El Volcán Poás. Con los ojos de viajeros fugaces

A las 14, salimos de nuestro apartotel con toda confianza, para ir a hacer compras al supermercado y luego viajar a nuestro nuevo punto de interés, el volcán Poás, a unos sesenta kilómetros de San José, para llegar allí antes del anochecer y ver así dicho volcán dos veces, una vez, al anochecer, y otra vez, al amanecer.

Lo del mercado no presentó problema, pero luego vino la sorpresa: en vez de poder deslizarnos por una carretera que esperábamos que sería buena, ya que el volcán Poás es una gran atracción turística, nos encontramos con un camino malo, angosto, sinuoso, sin indicaciones viales; tuvimos que pedir direcciones repetidas veces, de manera que no habíamos recorrido la mitad de la distancia cuando ya era de noche; nos hubiéramos parado para pernoctar, pero no había dónde pernoctar; toda la zona desde San José está sorprendentemente poblada - por ejemplo, de San José a Heredia es una ciudad sin interrupción - así que tuvimos que seguir viajando en la oscuridad; ya no sabíamos cómo iba a terminar esta combinación de camino malísimo y oscuridad, cuando, por fin, encontramos dos metros cuadrados al borde del camino y aquí estamos hasta mañana.

Ni sabemos muy bien dónde estamos; vamos a ver qué panorama se nos ofrece al amanecer.

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Esta mañana, el panorama resulta ser de lindas serranías aptas para pastoreo; pero de volcán, nada a la vista.  Vamos a seguir viaje.
Ah, pero ahora nos enteramos de que estamos mal; por la duda, preguntamos direcciones, y resulta que no es éste el camino sino otro, que desvía de éste, y que ayer, en la oscuridad, no habíamos visto; hay que regresar.

Llegamos al dichoso desvío; naturalmente que no lo vimos: el camino que seguíamos era de asfalto, el desvío, de tierra, y no hay la más mínima indicación para decir cuál va a dónde; un caso más de inexistencia de indicaciones viales, una deficiencia bastante curiosa en un país por otra parte bastante prolijo como lo es Costa Rica.

Por el kilometraje, sabemos que nos estamos aproximando al volcán, pero, a la vista, no hay nada, no hay nada; debe de ser el volcán mejor escondido de la Tierra.

Por el kilometraje, estamos todavía más cerca, y de volcán, nada.

Ya tendríamos que estar casi llegando, y de volcán, nada. A Božka se le ocurrió la idea de genio que el volcán no lo vemos porque estamos encima; sí, la única explicación.

En tal caso, no es lo que se espera que un volcán sea: estuvimos, y estamos, subiendo entre dos cortinas de vegetación lujuriante, variada, perfecto reflejo de la fertilidad tropical, y no del desolado ambiente de un volcán.



En el volcán

Llegamos a la entrada del parque nacional Volcán Poás, y de volcán - por lo menos de lo que comúnmente se esperaría que un volcán sea - nada a la vista. Sí, Božka tenía razón: esto, debajo de nuestros pies, con su exuberante cobertura de vegetación, si no tropical, por lo menos semi-tropical, es el famoso volcán Poás.

Pero sí, es un volcán; ahí, a un kilómetro de caminata, está el cráter; vamos a ver, pero, del olor a azufre que habíamos leído que se siente a kilómetros a la redonda, por ahora, nada.

Bueno, sí, es un kilómetro de caminata, hay un cráter; al borde mismito del cráter, con un poco de buena voluntad, se siente olor a azufre, y con otro poco de buena voluntad, en el medio del cráter, se puede ver un poquitito de humo, o mejor dicho, no de humo, sino de mezcla de vapor de agua con gas de azufre; en otras palabras, una perfecta trampa de turistas; o quizás más generosamente, un lindo lugarcito para darse una vuelta el domingo con la prole; pero como atracción turística nacional o internacional, nunca jamás; de ninguna manera vale la pena del viaje desde San José, ni de la caminata. Pero, como siempre, hasta ver las cosas por uno mismo, no se puede saber.

Eso sí, con el pretexto del volcán, se construyó un centro ilustrativo para los visitantes, con varias muestras de interés, relacionadas, de una manera u otra, con volcanismo.

Es este centro para visitantes, de primera calidad en su concepto y en su ejecución, el primero así que hayamos visto desde que salimos de Vespuccia y Canadá. ¿Cómo es que Costa Rica es capaz de tan comendable esfuerzo, y otros países no lo son? Hasta los baños públicos de este centro turístico son de primera calidad en instalaciones, en materiales, sobre todo en limpieza. Qué cambio con todo lo que vimos desde que cruzamos a México.

Así nos enteramos de que Costa Rica está asentada en una base geológica que incluye no sólo los volcanes de hoy sino también los volcanes de otras épocas geológicas, de muchos de los cuales quedan tan sólo lomas redondeadas por la erosión - la notable cantidad de 68 volcanes en total. Nos preguntamos, con esta perspectiva de cálculo, cuántos volcanes habría en Nicaragua y, más particularmente, en Guatemala.

Y, hasta en la senda que lleva por el monte, hay varios carteles alusivos - tan líricos, tan poéticos, que, en Vespuccia y Canadá, ni soñar se podría. Por ejemplo, al ingresar:

Soy luz y sombra
Sol brillante
Frío beso de nubes
Hogar fecundo de viejos árboles
De flores recién nacidas
Y del rojo verde colibrí
Todos ellos pasan sus días
Entre mis brazos
Libres
Soy el bosque nuboso
Que corona al Poás
Tenemos mucho que compartir.

En uno de los carteles, hay un burdo error de gramática, lamentablemente pero sin duda; hasta en eso, una perfecta copia de las usanzas vespuccianas. Pero aun con el error de gramática, el resultado del esfuerzo vertido en este centro ilustrativo es realmente un refresco para los sentidos.

En camino de vuelta hacia San José, y hacia nuestra próxima meta, la ciudad de Cartago, el conductor descubrió que algo está fallando en los frenos de adelante porque, al frenar, el coche tiende a desviar hacia la izquierda; por lo tanto, decidimos interrumpir nuestro viaje, encontrarnos un sitio ya antes de San José para pernoctar, y volver al taller, mañana por la mañana.

Así es que, si bien son solamente las 15, estamos parados ya, esperando hasta mañana.

Extracto de la bitácora de la La Primera Expedición Panamericana Integral (l982-l996) por los esposos Pachta.

Tomado de: http://primera-expedicion-panamericana-integral.com/

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