San José! te rogamos que no nos atiendas tan bien!

Extracto de la bitácora de la La Primera Expedición Panamericana Integral (1982-1996) por los esposos Pachta.

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San Jose Avenida 2 calle 9 vista al oeste. Año 1985
La fotografía no pertenece a la bitácora de la expedición ni a este texto.Es meramente ilustrativa.

\SJ/  Ya hace varias horas que estamos en San José.

Estamos instalados en un motel - no, perdón, no en un motel, porque, en San José, un motel es una casa de encuentros ilícitos - estamos en un apartotel. Necesitamos ponernos un poco al día después de las ininterrumpidas andanzas desde San Diego - lo que no quiere decir, lamentablemente, que descansaremos; y, sin embargo, lo necesitamos terriblemente.

Las primeras horas en San José fueron un milagro de cortesía a una inmensurable potencia.

Apenas hubiésemos llegado al centro de la ciudad y parado un ratito en una plazoleta para ubicarnos, se nos acercó un caballero a preguntar si necesitábamos algo; bueno, se quedó con nosotros quizás unas tres o cuatro horas, guiándonos literalmente por la mano; muchas veces, le dijimos que ya no, que era demasiado amable, que nos sentíamos incómodos de tomarle tanto tiempo; pero él, cada vez, insistía, y seguíamos.

▪ Queríamos ir a Migraciones para prorrogar nuestra famosa visa recibida en >>Alta California - ahí nos guió, e insistió en ir con  Karel de ventanilla en >>ventanilla para averiguar qué trámite había que hacer; resultó que no hubo >>que hacer nada.
▪ Queríamos ir al consulado de Panamá para conseguir nuestra visa - ahí nos >>guió, e insistió en entrar al consulado con Karel, casi ni le dejó hablar, >>lo quería hacer todo él.
▪ Nos informó de la diferencia, en San José, entre moteles y apartoteles; sin >>él, nos hubiéramos perdido quizás horas antes de avivarnos.
▪ Nos informó que, en San  José, no hay servicios de revelado de películas en > una hora; sin él, nos hubiéramos perdido más horas buscando lo imposible.
▪ Nos informó que, en San José, no hay lavandería funcionando con monedas; >>otro valioso tiempo que hubiésemos perdido antes de avivarnos.
▪ El insistió en guiarnos a varios apartoteles hasta que encontramos éste >>donde estamos.
▪ Naturalmente, necesitábamos un supermercado - ahí nos guió él, al mejor de >>San José.
▪ Ah sí, también queríamos ir al correo central - ahí también nos guió nuestro >>benefactor compulsivo.
▪ Hasta quería llevarnos, mañana tempranito, a las 7, al volcán Poás; tuvimos >>que suplicarle que estábamos muertos y necesitábamos descanso.

En fin; ya encontramos mucha gente amable durante nuestra Expedición, no nos podemos quejar, pero eso fue un milagro. Hicimos en unas horas, y sin pena, lo que nos hubiese demorado seguramente hasta la tarde del día siguiente.

En el supermercado, nos esperaban varios otros milagritos.

El más inmediato fue que la música de fondo consistía en una alternación de música clásica y música ligera; así, recorriendo un supermercado en San José, pudimos escuchar la primera música clásica de calidad acústica nítida desde una eternidad; claro, no se trataba de audición académica integral de toda una pieza, solamente de trozos, pero así pudimos escuchar el coro de la Novena de Beethoven, y una parte de la Inconclusa de Schubert.

Otro milagrito fue que encontramos, por primera vez en dos meses, agua potable purificada, por damajuanas de plástico - si bien, muy extrañamente, las damajuanas no estaban selladas, por lo que comprarlas fue un acto de fe, ya que cualquiera podría llenarlas de cualquier agua y el comprador nada sabría.

Lamentable- y sorprendentemente, no había jugos de fruta decentes - todos, con azúcar, hechos de concentrados.

La ciudad de San José es la primera, en mucho tiempo, más o menos balanceada, con barrios de varios tipos, como suele haber en ciudades habituales; y bastante limpia - si bien no lo suficientemente a gusto de nuestro guía.

Su cuadriculado callejero central, no sabemos cómo calificarlo. El centro del cuadriculado tiene toda la precisión de un punto exacto: el cruce de una avenida "central" y, perpendicularmente, de una calle "central"; y luego, todas las avenidas corren paralelas a ambos lados de la avenida central, y todas las calles corren paralelas a ambos lados de la calle central; y todas, en orden numérico, pero no ordinal correlativo simple sino ordinal salteado, o sea por números pares de un lado, y por números impares del otro lado, de la calle y de la avenida centrales respectivamente.

Habrá un par de cositas que querremos visitar en San José, pero hoy ya no nos moveremos, ya no damos más.

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Esta mañana, nos dimos cuenta de que no tendríamos la fuerza de cumplir nuestros planes, a saber visitar un poco la ciudad y encontrar un taller para hacer reajustar el vehículo; el cuerpo no da. Nos quedaremos en el motel - perdón, apartotel; con la, de todos modos, imperativa tarea de transcribir las cintas.  Mañana, será otra vez en la calle.

El cartel de regulaciones hoteleras que hay en este apartotel debe de haber sido traducido de un original vespucciano: ¿Qué mente no vespucciana, y en el uso de sus facultades propias, podría escribir "toda persona que viaje por Costa Rica deberán ...". Es esto una típica lógica - o, mejor, ilógica, gramatical vespucciana.

Por otra parte, según la guía telefónica, hay por lo menos una empresa de aviación en Costa Rica que descubrió la manera de hacer sus aviones más livianos: simplemente le sacó la h a las  élices.

Aquí, en Costa Rica, también hay una influencia vespucciana debajo de los coches, pero, aquí, con más galantería que en México; las damas primero: lo que, en México, era el mofle, aquí se metamorfoseó en la mofla; para nosotros, seguirá siendo el silenciador.

En Costa Rica también, los billetes de banco están impresos por una empresa vespucciana.

Para los años 80s, también circulaba la moneda de 2 colones. El término 6 reales eran 3 pesetas (monedas de 25 céntimos) y se usaba bastante todavía.

Entre las monedas, hay una moneda de cuatro unidades, y una moneda de dos unidades, de las cuales unidades no puede haber una sola unidad: se trata de una moneda de cuatro reales, que vale 50 céntimos, de una moneda de dos reales, que vale 25 céntimos; pero no existe un real, que sería 12,5 céntimos.

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Hoy, otro día en San José. Lo estamos pasando en un taller mecánico para darle al vehículo el tratamiento que se merece después de llevarnos fielmente por tantos caminos tan malos: cambio de aceite y engrase, naturalmente, pero también revisación general de todas las tuercas y todos los bulones; también hay que cambiarle los frenos de atrás y un retén de grasa en uno de los semi-ejes de atrás.

Es la oportunidad para repasar unos datos generales.

Naturalmente, todo lo ya mencionado en cuanto a las vicisitudes de uniones y desuniones de los cinco países de Centroamérica también vale para Costa Rica. Sin embargo, es de notar que, antes de la unión con México, Costa Rica había también considerado la posibilidad de unirse, junto con Panamá, a Colombia.

Van apareciendo más desperfectos en el vehículo. Hay que hacer una operación quirúrgica en los frenos de adelante; no solamente hay que cambiarles las zapatas sino también tornear un disco y arreglar los pistones, todo ello porque en México, cuando nos cambiaron las zapatas, no se preocuparon de ver si los pistones funcionaban correctamente.

Muchos problemas; tantos problemas, que hoy no se va a terminar todo. Mañana será otro día en San José, otro día que se empezará tempranito a la mañana en el taller. No hay duda de que sería mejor que no haya todos estos problemas, no hay duda también de que, por lo visto, fue una decisión de vital importancia hacer revisar todo por la duda, antes de enfrentar la incógnita del Darién y, luego, los Andes a todo su largo.

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Ni nos acordamos cuándo hicimos nuestra última anotación. La cuestión es que hoy es viernes, el quinto día que estamos en San José; y que esta tarde nos vamos a ir del apartotel. A ver si ponemos un poco las anotaciones al día.

En momentos accidentales y, lamentablemente, demasiado escasos, o sea por entre las eternas transcripciones de las cintas, tuvimos el gran placer de escuchar los programas de la radioemisora de la Universidad de Costa Rica.

Es realmente una joya esta programación, como lo fue la programación de la Universidad de México en Mexicali; no hay semejante cosa en toda Vespuccia y Canadá. Sí, hay programas sueltos buenos en las ondas hertzianas de estos dos países, pero heterogéneamente, por horas, mientras que estas programaciones, aquí, parecen pequeñas obras de orfebrería en permanente desarrollo.

En las oportunidades al azar cuando prendimos la radio,

≈ nos encontramos con los siguentes programas: cantos de los paraborígenes Guayamíes - adaptabilidad de las relaciones entre las provincias y el gobierno central de Canadá - música ligera - música clásica - escuela cinematográfica italiana - música clásica - uso correcto e incorrecto de ciertas locuciones castellanas - relación entre Verona y Shakespeare por lo de Julieta y Romeo - música clásica - casos y cosas insólitos - música ligera;

≈ nunca encontramos un boletín informativo, ni música folklórica;

≈ sí encontramos una profusión de palabras adecuadas como ser fototeca que, en Vespuccia, nadie entendería porque allí dirían biblioteca de fotografías.

Las incógnitas y los posibles problemas de la travesía de Guatemala, Honduras y Nicaragua - que, después de haberlos enfrentado, tendíamos, automáticamente, a subestimar - recobraron de repente toda su importancia cuando, en la calle, se nos acercó un hombre que piensa hacer el viaje en sentido contrario, para preguntarnos todo lo que nosotros preguntábamos cuando nos acercábamos desde el otro lado.

Como lo vemos cada vez que entramos al, o salimos del, apartotel, Costa Rica no tiene ejército. Es el único país de la Tierra en no tener ejército; y prefiere gastar la plata en educación: justo en frente del apartotel, hay una antigua fortaleza que hoy, ya que no hay ejército, sirve el propósito más apacible de museo nacional.

Costa Rica tiene tradición de paz, trabajo y cultura porque, cuando llegaron los Blancos, no había nada para robar - ni oro ni plata, ni como minerales ni en monumentos; además, los paraborígenes, aunque no muy numerosos, no se dejaron esclavizar; por cuanto los invasores tuvieron que volverse colonos ... y trabajar.

Volviendo a la emisora de radio que nos gusta, nos dimos cuenta de que los programadores, en realidad, mayormente no son creadores sino recopiladores utilizando programas de radio recibidos desde varios puntos de la Tierra; también, las transmisiones terminan a las 22, lo que deja buena parte de cada velada en el vacío.

En cuanto a televisión, la miramos en varias oportunidades, unos pocos minutos cada vez. La televisión en general no se nos merece mucho más que un asombrado desdén, pero cuando la televisión sufre, y proyecta implacablemente el sufrimiento, de una disociación permanente entre labios que hablan en un idioma y la banda sonora que habla en otro idioma, programa tras programa, entonces, ya se pasa de todos los límites, es un insulto a la inteligencia más bruta de los televidentes.

No.  Hoy ya no saldremos del apartotel; demasiado tarde.

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