Ahora sí, Limón! Con ojos de viajeros fugaces

Extracto de la bitácora de la La Primera Expedición Panamericana Integral (l982-l996) por los esposos Pachta.

Esta mañana, a 60 kilómetros de Limón, la carretera se ha puesto muy buena.

Han aparecido los primeros Negros, quienes, se sabe, son descendientes de esclavos de Jamaica.

A la izquierda de la carretera, corre una doble tubería, que debe de ser un oleoducto; a veces, los dos tubos salen de, y entran en, la tierra cada tantos metros - pero no los dos de la misma manera, como una expresión de artista rebelde; sin embargo, otras veces, los dos caños corren bien parejitos sobre soportes, e imitan bastante bien, en mini-escala, el gran oleoducto que vimos en Alaska.

Por otra parte, si bien el ambiente tiene sus toques tórridos como bananos y palmeras, no es lo que creíamos que podría ser.

No solamente la carretera está muy buena sino que, con toda evidencia, los ingenieros viales locales quieren compensar con exceso por todos los pecados viales de otras partes de Costa Rica: hay carteles indicadores de las ciudades, grandísimos y clarísimos como correspondería en complicados cruces urbanos, solamente que, aquí, aparecen, cada rato, a lo largo de la carretera donde absolutamente no hacen falta; hay que reconocer que así el honor vial costarricence está a salvo.

Ya varias veces, cruzamos el famoso ferrocarril San José - Puerto Limón. Hoy, hay muchos ramales ferroviarios extendiéndose por las llanuras orientales de Costa Rica, pero hubo tiempos heroicos cuando la construcción de la línea Puerto Limón - San José fue toda una epopeya. Se tardó 20 años para terminar los 163 kilómetros; y los 40 primeros kilómetros costaron entre 4.000 y 6.000 muertos, entre ellos, tres hermanos y un tío del propio empresario. Eran tiempos titánicos, aquellos.

Estamos en el puerto de Limón; a tres metros sobre el nivel del mar, según reza el cartel de entrada.

El único interés de haber llegado hasta Limón es haber visto que no tiene mayormente interés.

En el mercado, compramos cosas de circunstancia, como ser vinagre de banana.

En el renglón de lo abstracto, el interés de Limón es que aquí también - cuando era aún el pueblo paraborigen de Cariari - Colón dejó sus pisadas; se dice que reparando, 17 días, sus naves.

Y fue aquí que Colón, basándose en evidencias circunstanciales y sin fundamento, llamó esta costa, Costa Rica; empero, como ya mencionado, fue la suerte de Costa Rica de no haber tenido riquezas robables, evitándose así la creación de las habituales sociedades coloniales de exacción en cadena.

Decidimos llegar hasta el pueblo de Cahuita, a unos 40 kilómetros de Limón, a lo largo de la costa.

A nuestra izquierda, por entre los cocoteros, vemos la blanca espuma del olaje del Atlántico. Como dice Božka, tuvimos que venir al Atlántico para ver un cuadro típico de las islas del Pacífico.

Es fácil imaginarnos ver, por entre los cocoteros, las carabelas de Colón, explorando, navegando, de Honduras y desde antes, hacia Panamá y más allá.



Costa cerca de Puerto Limón

La carretera se apartó del mar. Estamos pasando por una plantación de bananos, con cada racimo envuelto en un bolsa de plástico perforado, de color azulado.

Llegamos a Cahuita.

En Cahuita hay, en teoría, un arrecife de coral. El arrecife existe, pero pronto descubrimos que, si bien el parque nacional que protege el arrecife empieza en Cahuita, el arrecife está más bien cerca de Puerto Vargas, a unos kilómetros más al sur por la costa. Naturalmente, dicho Puerto Vargas no es un puerto de ninguna manera sino un paraje en la costa que por alguna razón de conformación se llamó así.

Los últimos tres kilómetros de desvío llevando a dicho paraje pasan por una verdadera selva tropical, con una maraña de vegetación que no deja pasar el Sol y que no dejaría pasar una persona salvo con machete en la mano, siempre que a un tal aventurero no le moleste arrastrarse por aguas estancadas y terreno barroso por entre la vegetación. En la penumbra, vimos el contraste de flores puntiagudas de un rojo vívido, de las cuales, no sabemos el nombre pero sabemos que son hermosísimas.



Las flores

En el paraje Puerto Vargas, aprendimos que, lamentablemente para nosotros, los fuertes vientos de lluvias de anoche aquí enturbiaron el mar, vale decir que no se puede ver el arrecife de coral y que, suponiendo que el tiempo quedase bueno ahora, tardaría por lo menos dos días para que las aguas aclaren. Por lo menos, recogimos en la playa pedazos de coral traídos por el mar; unos, de formas compactas como si fueran cerebros, que, parece, es el coral de superficie, y otros, con ramificaciones como plantas, que, parece, es el coral de agua adentro.

También, se cuenta que hay un antiguo naufragio español; pero de eso, nada sabemos.

Por otra parte, no hay la más mínima vida marina visible, y por lo tanto, ni un solo pájaro a la vista - pájaro marino, se entiende; hablando de pájaros, cuando veníamos para aquí, vimos nuestros primeros pájaros del estereotipo tórrido, o sea de varios colores vivos.

Con tantas cosas para percibir, ya son las 14, y es evidente que no podremos regresar cerca de San José antes del anochecer - que es lo que queríamos, porque encontramos que los frenos no son satisfactorios y vamos a regresar otra vez al taller.

También, descubrimos, con desagrado justificado, que el toldo que cubre nuestro portaequipaje se abrió a lo largo de una de las desgarraduras causadas por el vuelco en McPherson, lo que va a necesitar un enojoso trabajo de remiendo.

Por todo lo anterior, decidimos pues quedarnos aquí toda la tarde hasta mañana tempranito; después de todo, estamos en un ambiente al cual no estamos acostumbrados, y mañana saldremos a San José para llegar a nuestro apartotel temprano en la tarde y aparecer en el taller al día siguiente, a las 8.

Nos íbamos a olvidar que, efectivamente, hay unos pocos Negros a lo largo de la costa, pero muy pocos; y, efectivamente, entre sí hablan inglés.

Ultima anotación antes de acostarnos: acabamos de sintonizar por primera vez una emisora de Panamá, pero podría haber sido de cualquier otra parte, salvo del Guatemala de las marimbas, por la eterna dieta a presión de amor a todas las salsas.

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Noche muy mala - rugidos del mar, vientos fuertes, calor húmedo con mínima de 24 grados y humedad a saturación, aguaceros repetidos, la perfecta combinación para no poder dormir.

Esta mañana, más de lo mismo; hace un rato, llovió otra vez - lluvias es exactamente lo que no necesitamos para el tajo en el toldo; y mientras tanto, probablemente, en San José los nubarrones siguen colgando en el cielo sin resolverse en lluvia.

Emprendimos el camino de vuelta - no demasiado largo en kilómetros pero bastante largo en tiempo - a San José.

Estamos, pues, nuevamente en San José. Lamentablemente, no sin novedades. Llovió todo el camino hasta prácticamente la entrada a San José - y nosotros, con el tajo en el toldo. En San José mismo no llueve, y, según nos informamos, no llovió hoy, ni anoche; lo que solamente confirma que el lado atlántico del país recibe más precipitaciones todo el año, aun cuando es la época de sequía en las demás partes.

Por otra parte, el problema de los frenos se volvió un dolor de cabeza imperativo porque nos quedamos sin frenos, o mejor dicho, sin zapatas de frenos delanteros. Las zapatas nuevas que pusieron, el otro día, ya están gastadas - toda la segunda mitad del viaje de Limón a San José, tuvimos que aguantarnos el chillido permanente de las zapatas gastadas contra los discos; con chillido y todo, nos fuimos directamente al taller, el jefe de taller se agarró la cabeza; tenemos cita para mañana a las 8 a ver qué pasa.

En un renglón más agradable, entre Puerto Vargas y Puerto Limón, vimos nuestra primera manada de pájaros con picos escandalosos; nos preguntamos qué función sirven semejantes picos que ocupan un tercio del largo total del pájaro, y nos preguntamos qué ajustes tuvo que recibir la aerodinámica de estos pájaros para compensar el peso muerto allí en la parte delantera de esta máquina voladora.

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Tomado de: http://primera-expedicion-panamericana-integral.com/

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