Museo Nacional. Con ojos de viajeros fugaces

Extracto de la bitácora de la La Primera Expedición Panamericana Integral (l982-l996) por los esposos Pachta.

El Museo Nacional es notable en su propia razón de ser: por sus antigüedades pre-colombinas.

Descubrimos con sorpresa y deleite hermosos ejemplares de cerámica, desde enormes jarrones utilitarios para almacenar chicha hasta pequeñas vasijas, ya sea antropomorfas o con decoraciones zoomorfas, de una creatividad y de una terminación que, por lo que conocemos por nuestras lecturas, no tienen nada que envidiar a las cerámicas andinas; una temática y un nivel totalmente ajenos a la imagen habitual de Costa Rica.



En el Museo Nacional de San José

Efectivamente, se dice que Costa Rica fue un nexo entre las culturas andinas y las culturas mexicanas; dicha doble influencia está ilustrada, como a propósito, en una de las piezas expuestas, un hombre cuya parte anterior está en uno de los estilos andinos, y la parte posterior, en uno de los estilos mexicanos.

Es este museo la prueba de una hermosa y madura creatividad artística pre-colombina - si bien bajo la influencia de tierras lejanas del sur y del norte - en un rincón de América no conocido por tales expresiones de creación humana.

Una realidad típicamente costarricense, si bien no por completo exclusiva de Costa Rica, es la presencia de misteriosas piedras-bolas. Vimos una de éstas en este museo; su superficie no está pulida sino levemente rugosa pero su redondez nos pareció perfecta. Las hay por centenares en varios lugares de Costa Rica, de dimensiones desde unos centímetros hasta 2,4 metros de diámetro; por ejemplo, 45 bolas en la llanura del río Diquis; varias, en la cordillera Brunquera, cerca del río Diquis, 12 bolas cerca del pueblo Uvita, al norte de la cordillera Brunquera; las hay en la selva, cerca de Piedras Blancas, y son más grandes que un hombre; las hay en una plantación de bananas, cerca de Palmar Sur; las hay en una isla, la isla Camaronal; incluso un pueblo se llama, simplemente, Bolas - no lejos, incidentalmente, de un pueblo Buenos Aires.

Es cierto que la perfecta esfericidad de estas piedras-bolas es fascinante. Lo malo es que no hay consenso en cuanto a la explicación de la notable esfericidad.

Una tesis la quiere explicar refugiándose en geología; una tesis la quiere explotar por arqueología, quizás mejor, por para-arqueología.

La tesis geóloga, ya la conocemos de las piedras esféricas de la sierra Uinta, cerca de Vernal, en Utah, donde las hay de hasta tres metros de diámetro. Es que se trata de acrecencias, capa por capa, de calcio, en concreción alrededor de algún elemento que sirvió de primer núcleo.

La tesis arqueóloga se define a sí misma, admirando, no la perfecta "esfericidad" sino la perfecta "ejecución" de las bolas; preguntándose, no ¿cómo se formaron estas bolas? sino ¿quién, cuándo, cómo, con qué propósito, logró semejante maravilla?

Y cuando se ofrece a los arqueólogos del misterio la teoría geóloga, del calcio, replican: "sí, ¿y cuando las bolas son de lava o de granito?"

Una persona del museo a quien preguntamos qué sabía de las bolas se apresuró a enfatizar, como el dato más vital, que no tienen, como algunos lo afirman, un origen misterioso; pero cuando le preguntamos qué origen tienen, tuvo que admitir finalmente que simplemente no se sabe.


Una tal bola

Tomado de: http://primera-expedicion-panamericana-integral.com/


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