Hoy oficialmente Costa Rica tiene una nueva especie de anfibio, la ranita de Tapir Valley (Tlalocohyla celeste ) . Descubierta por el naturalista Donald Varela-Soto y descrita por un equipo científico liderado por CRWF. Oficialmente el artículo ha sido publicado en Zootaxa (https://www.mapress.com/zt/article/view/zootaxa.5178.6.1) y ha tenido eco mundial.
¡Este descubrimiento es una celebración de ciencia, restauración del bosque, conservación comunitaria y coexistencia! Es un premio al trabajo de restauración de los bosques y conservación de la biodiversidad que ha hecho Donald por casi toda su vida. Hace 16 años Donald estuvo sacando todas las vacas y caballos de lo que era un potrero con un humedal y algo de bosque, y aunque eso significara pagar a sus socios, lo hizo sin pensar en más que proteger lo que él llamó Tapir Valley.
Hoy esta reserva privada es hogar para más de 400 especies de aves, 37 especies de anfibios, 43 de reptiles y al menos 29 especies de mamíferos grandes y medianos. Y falta mucho por descubrir, como nos enseñó esta ranita.
La historia de Tlalocohyla celeste comenzó hace más de cuatro años , cuando Donald notó el canto de una rana que nunca había escuchado, emocionado por lo que oyó se dedicó a buscarla, cuando la encontró fue a informar a algunos científicos mediante la aplicación iNaturalist, pero fue ignorado e incluso corregido.
Le decían que era un juvenil de rana arborícola de membranas rojas ( Boana rufitela ), muy común en la zona. Aunque Donald sabía que los juveniles no cantaban, la soberbia académica a la que se enfrentó en ese momento lo hizo seguir adelante sin pensar mucho en aquel anfibio.
En el 2020, en una caminata casual en Tapir Valley para conversar de la vida, Donald me contó la historia de aquella ranita y nos fuimos a buscarla. La oímos, la vimos y Donald volvió a cuestionarse cuál era el nombre de esa ranita. Mi respuesta fue: “Ay Donald, yo no sé nada de anfibios, pero yo le creo. Y en todo caso, tengo buenos amigos que saben de ranas.”
Esa misma noche la llamé al Dr. Andy Whitworth.
Andy fue el primer herpetólogo que visitó (desde la Penisula de Osa), escuchó a Donald y le creyó. Luego de su visita dedicó tiempo a revisar libros, artículos y guías para averiguar qué era. Al no poder identificarla, nos puso en contacto con Twan Lenders, experto taxónomo de anfibios, quién me resultó en traer a Juan Abarca al equipo (herpetólogo tico) y al genetista Alex Shephak. Para toda aquella persona que quería unirse al proceso la regla era clara: “Todo lo que salga de acá tendrá a Donald como primer autor”. Ya ha pasado muchas veces que el verdadero descubridor es ignorado por la ciencia, en especial si es un local que no pertenece a la academia. Afortunadamente, todos estuvimos de acuerdo y poco a poco nos conformamos con un equipo de lujo.
En ese momento decidí que tenía de darle una responsabilidad mayor a Valeria Aspinall, quien estaba de interna y aunque como dice ella “no sabía nada ni tenía experiencia con ranas”, tenía el carácter y la pasión para aprender. Así fue, aprendió de la mano de excelentes mentores como Donald, Juan, Alex y Twan. Hoy Vale coordina el programa de conservación de anfibios (TLALOC) dentro de CRWF y puede identificar ranas por canto y vista, y aún más importante, está desarrollando estrategias y acciones de conservación para esta nueva especie y otras.
Con la coordinación de Vale y Juan acompañados de un equipo científico dedicado, logramos determinar que efectivamente era algo “distinto” a lo que conocíamos. Luego la evidencia de cantos, morfología y genética eran impecables: esa ranita que Donald escuchó era algo nuevo para la ciencia.
La ciencia concluye que es una especie del género Tlalocohyla, apenas la quinta de este género para el mundo y la segunda para Costa Rica. Ahí comenzó el otro “dolor de cabeza”, que era escoger un nombre que representara toda la historia y la identificara bien.
Para Kira y Eli, las hijas de Donald quienes son científicos y naturalistas de nacimiento, el reto fue muy fácil: “celeste, Tlalocohyla celeste”. Para ellas era obvio, aquella ranita tenía una coloración en sus axilas igual a la del Río Celeste, el mayor atractivo turístico de la zona donde ellas y Donald nacieron y donde además la ranita fue descubierta. Así se llamó Tlalocohyla celeste , hasta poético suena, como si hubiera sido un acto de la evolución colocarla al lado de este río que hoy es símbolo de una comunidad que quiere desarrollarse de la mano con la biodiversidad.
Aunque Vale y Donald la han buscado exhaustivamente en otros humedales, lamentablemente solo la han en sitios específicos encontrados dentro de las 7 hectáreas del humedal de Tapir Valley. Tal vez llegamos un poco tarde para evitar que los otros humedales sucesores drenados para expandir la ganadería. Hoy debido a su pequeño rango de distribución, las amenazas que enfrenta y su pequeña población, creemos que está críticamente amenazada. gracias llegamos a tiempo para motivar a que otros finqueros sigan los pasos de Donald, llegamos a tiempo para motivar y demostramos que la naturaleza encuentra su camino si le damos oportunidad. Y que ahí es cuando todos y todos ganamos.
Este descubrimiento científico es solo el inicio de un largo camino que nos queda por recorrer. No queremos publicar y celebrar el descubrimiento de una especie por pocos años después de informar de su extinción. Las amenazas las tenemos identificadas y desde antes de la publicación estamos trabajando para mitigarlas, pero el reto es grande y necesitamos el apoyo de todas las personas. Esta ranita descubierta en medio de dos volcanes, es un recuerdo enorme de que con las acciones correctas podemos cambiar el rumbo y salvar hasta lo que no conocemos.
Esta historia es un ejemplo del impacto del conocimiento y acciones de un individuo apasionado como Donald que creció en una comunidad que ama la naturaleza. Tlalocohyla celeste es un regalo para el mundo.
Bijagua de Upala.
Miércoles 31 de agosto de 2022.
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