Definitivamente una gran parte del camino que seguimos en la
vida y las ocupaciones que escogemos en el futuro, dependen en alto grado de
los profesores y maestros que el destino nos repare. Vivimos en un país con
alto porcentaje de escolaridad, de alfabetización, pero no así de formación y
educación concreta. Aun hoy en día hay mucha deserción y en ello muchos
factores que impiden a los estudiantes escoger un camino que les proporcione
satisfacción personal y profesional en el futuro.
Yo, por influencia de mis tres profesores, abandoné mi gusto
por el francés, que lo tenía incipiente, pero con entusiasmo, desde el sexto
grado en la escuela. Mis profesores de francés en el colegio se dedicaron, sin
saberlo, a lapidar esa emoción, debido a que entre ellos y yo nunca hubo
química adecuada. Las artes plásticas casi sucumben en mi vida por el grado tan
bajo de impulso y constante desmotivación de mi profesor, el inglés nunca
prosperó y nunca tuve la suerte de algún docente que me hiciera enamorarme de
él, la matemática gozó de buenos abanderados, al menos para mí, así como el español.
Estudios Sociales, pasaron recto sin marca hasta los últimos años del colegio
cuando algunos temas me resultaron interesantes. Así así, la historia y cívica
me enamoró mucho años después, tanto como nunca lo hubiera creído. Obviamente
lo anterior no puede ser culpa ni gracia solo de los profesores, hay miles de
cosas que a los adolescentes nos pesan o levantan y miles de suertes que todos
corremos en esa inmensa pero complicada etapa. Es difícil a veces que haya
química con las materias, con los temas con las explicaciones y
participaciones. Aún más difícil es que gracias a la química que nos
encontremos con un tema y con la forma que un profesor la pueda transmitir decidamos
seguir un camino dedicado a ello. Yo no lo hice, peros sí dos o tres
compañeros, que resultaron tan enamorados de la química, sí química básica, que
dirigieron sus carreras profesionales en temas relacionados.
El primer profesor de química, el de octavo año, marcó a
muchos de nosotros un pico importante en la montaña escarpada que significa la
secundaria en nuestro país. Para mucho fue el diablo tapizado de tiza, para
otros la llave de otro mundo por conocer. Porque la química, por más apasionada
que la mostraba, no era un “quecazo” para todos, como él lo decía. Por eso creo
que le decían “Pastel”. Agustín Castillo, imprimió en varios de nosotros una
energía por los elementos, compuestos y electrones, que hasta mucho años
después no se olvidan. Tenía las bolsas llenas de tiza, en los tiempos en que
no existían pizarras de acrílico, pero sí la vanidad de tenerlos pantalones
limpios. Tenía más tiza en sus pantalones que las mismas pizarras donde
enseñaba. Usaba las camisas flojas con las mangas largas arrolladas y los
botones se le soltaban como si fuera un actor despechado y flaco de películas
latinas de los años 70s, el cabello peinado por suerte de tenerlo lacio y casi
blanco, no por viejo, sino por quién sabe qué o quizá la tiza también se lo
alcanzaba a blanquear. Cuando escribía en la pizarra hablaba como anunciando un
bingo, adoptaba el porte de John Travolta cuando dibujaba un círculo y contorsionaba
el hombro a la vez que dibujaba una rueda casi perfecta. Se jactaba siempre de
eso. Daba puntos extras a quienes contestaran las más desafiantes y
disparatadas preguntas sobre spines, órbitas, tierras raras, enlaces, fórmulas,
nombres de elementos, símbolos, etc., etc., etc. Todos, absolutamente todos los
alumnos le ponían atención, por su forma tan enérgica y cinematográfica de
enseñar quizá alguno que otro no, como yo, que de vez en cuando mi exagerada
desatención me cobraba la vergüenza de ser regañado por él vaticinándome
constantemente “Gómez, usted así de desordenado no tendrá ningún futuro. Por más
carga que se pueda creer, todo le va a salir mal si no se sosiega”
Lamentablemente a mí me iba muy bien con él, y eso hacía que me regañara
constantemente. Yo no era el mejor, había unos cuatro compañeros que me
superaban, pero logré salir adelante y destacar con el profe y sus temas me
lograron enamorar. Mantuve una gran química con la química, pero solo por unos
años ya que, para rematar en este pequeño cuento, otros profesores universitarios
(ITCR 1996-1998) se dedicaron a lo contrario, lapidar mi gusto por ella, con una
pésima forma de enseñar a mi criterio personal. Sin embargo, la afinidad por
estos temas, al menos a nivel básico, nunca lo perdí, pues está ligado a un
personaje sin comparación en mi vida de colegio, Agustín Castillo González,
conocido (sin decírselo jamás de frente) como “Pastel” que a cada rato en las
clases nos decía
“Si usted no ve esto
como un quecazo, ¡ lloremos todas juntas !”
En ese curso la Tabla Periódica de los Elementos, era la
hoja sino principal, la más indispensable en todo momento, y como varios de
nosotros nos hundimos felizmente en un tema para nosotros encantador, resultó
que nos la aprendimos toda de memoria. Esa tabla era el papelito con el que
jugábamos horas de horas, la fiebre del momento y la pesadilla eterna para los compañeros
que no la entendían ni les agradaba para nada el tema. Sin embargo, era
constante para todos tener que pregonar a cada rato los nombres de elementos y
sus símbolos, Hidrógeno, Helio, Litio, berilio, Bario, Cloro, ¡Suave un toque
mae! Es Boro, y el otro es Carbono, el bario es un lantánido. – Deje de batear,
los lantánidos están después del lantano, son los azules.
Algunos comentarios impregnados de orgullo nacional nos los
comenzó a decir Pastel, el profe. Esa tabla periódica hecha de una parte en
color negro, otra roja y la final en azul, había sido dibujada por un tico. Gil
Chaverri y no era la que usaba el resto del mundo. Así el profe Pastel nos avistó
una luz de que hubo un tico que le ganó a los gringos y a los rusos, pues la tabla
periódica de Mendelev, la más conocida y más famosa (para nosotros como
colegiales) no era tan buena. Pero solo eso supe en ese entonces.
La química colegial se volvía a impartir en el quinto año en
los colegios vocacionales, eso en la década de los 90s. Ignoro si aún se ordena
igual la formación. Es cuando nuestra profesora, nueva en ese año en el Monseñor
Sanabria de Desamparados, nos vuelve a resaltar la importancia que tenía esa pequeña
tabla, ese pequeño papel que todos y cada uno de los alumnos tuvo que comprar y
guardar en sus maletines por un año completo. Nuevamente el dolor de cabeza
para muchos. No he logrado averiguar si fue un cuento tergiversado o una verdad
no escrita, que Gil Chaverri, el autor de la Tabla Periódica que se usaba en
nuestro colegio y en todas las secundarias del país fue tentado a adoptar la
nacionalidad estadounidense como propuesta de este país, para utilizar sus
conocimientos y aportes con el sello “USA” y de ahí probablemente convertirse
en el autor de un documento que se usaría poco a poco en todo el mundo. Sin embargo,
nos contaba la profesora Nora Angulo, don Gil amaba tanto a Costa Rica que se
opuso a convertirse en “gringo” y no aceptó la propuesta. Según ella, su
decisión provocó que su tabla periódica no se popularizara en libros académicos
ni en otros medios. La literatura americana y con los años la mundial, adoptó
la tabla periódica elaborada por otros profesionales y la configuración que don
Gil había propuesto desde 1953 al mundo, pasó a ser usada solo en nuestro país
y en algunos otros que sí reconocían su mayor calidad como documento académico.
Como repito, lo anterior fue solo un pequeño gran comentario
que nuestra profesora nos contó y nunca lo olvidé y asumí cierto. Años después
pude leer que la tabla periódica de Gil Chaverri había sido señalada en los
medios internacionales como uno de los mejores arreglos gráficos por muchos
años y utilizada en varios países, no solo en Costa Rica.
Escrito por Christian Gómez Barrantes. 7/9/2022
Agustín Castillo Profesor de ciencias en el Colegio la Gravilias durante la década de los 90s. |
Gil Chaverri Rodríguez Ingeniero Agrónomo creador de la Tabla Periódica de los Elementos utiizada en Costa Rica |
Tabla Periódica de los Elementos de GilChaverri. Versión similar a la utlizada en los colegios costarricenses en los años 90s. Para el 2022 se utliza esta versión. |
Me encantó esta publicación. El profesor Agustín Castillo (cariñosamente Pastel) no sólo enseñaba los temas y conceptos (que por supuesto, es posible olvidar con el tiempo algunos de ellos)..pero mucho más importante, su gran legado fue ENSEÑAR A PENSAR y eso nos queda para siempre. Mi agradecimiento para él no se acaba.
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